CORONAVIRUS Y EDUCACIÓN.
- laantorcha2000
- 11 may 2020
- 5 Min. de lectura
Por Samil Tovar Mejía.
Magister en Gestión de la Tecnología Educativa.
” Estamos descubriendo nuestra soledad total, nuestra radical foraneidad, en un Universo sordo a nuestra música, indiferente a nuestras esperanzas, a nuestros sufrimientos, y a nuestros crímenes”
Jacques L. Monod.
Desde hace un par de meses, Colombia y el mundo entero enfrentan una situación prácticamente inédita, a causa de una pandemia apocalíptica que llegó para instaurar un nuevo orden mundial, y cuando hablo de nuevo orden mundial, no me refiero a los Iluminati, a los Masones, o a la llegada del Anticristo ni a ninguna de tantas teorías conspirativas, ¿absurdas?... esa es otra discusión.
Lo cierto es que, en momentos así, de pánico y zozobra, podemos traer a colación el trascendental mecanismo de la “Selección Natural” propuesta por Darwin hace más de ciento sesenta años, como explicación fundamental de la evolución. Por medio de dicho mecanismo, los individuos que mejor se adaptan a una condición, situación o entorno determinado, sobreviven y transmiten esta característica a su descendencia.
De esto, podemos inferir lo bien o mal adaptados que están los seres humanos frente a esta plaga mortífera y sufrimos imaginándonos la lucha interna de nuestros sistemas inmunológicos tratando de derrotar a un enemigo desconocido que, a fin de cuentas, no es más que un Guasón burlándose de nuestras vidas insipientes. ¿Sobreviviremos? El panorama es desalentador.
Mientras el mundo entero se transforma en caos, las personas tratan de subsistir, atrincherados, expectantes ante la situación, con un poco de esperanza. Pero, el verdadero problema surge al recordar aquella frase icónica del nobel García Márquez: “y mientras tanto ¿qué comemos?”, nuestras vidas deben continuar y nuestra gran tarea es sobrevivir. Sin embargo, la situación actual de miles de personas en Colombia es trágica. Según la información del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), hay cerca de diez millones de colombianos en pobreza multidimensional. Lo que significa, situaciones paupérrimas en las condiciones educativas del hogar, condiciones de la niñez y juventud, salud, trabajo, acceso a servicios públicos domiciliarios e infraestructura de la vivienda. Es así, como todo este escenario nos lleva a reflexionar sobre ciertos asuntos que merecen ser atendidos desde otras perspectivas, teniendo en cuenta la grave crisis que ha generado la pandemia del Covid -19.
Echemos un vistazo a la educación, ya que es uno de los sectores más vulnerables por causa de la pandemia y donde convergen una vasta cantidad de factores que sumados, son capaces de influenciar en gran medida en el desarrollo de la economía de una nación, la vida en sociedad, la cultura, la salud y, por lo tanto, en cualquier calamidad acaecida por una pandemia.
Semanas después de haber estallado la Tercera Guerra Mundial (es la forma más adecuada de llamar esta situación), las autoridades competentes decidieron suspender las clases presenciales en las aulas de todo el país e improvisar con metodologías de educación virtual; asistida, remota, con ayudas tecnológicas y otras denominaciones de moda que, a la larga, sirven para lo mismo en esta hecatombe; casi nada. Esto, si contextualizamos el asunto y nos enfocamos en esos diez millones de colombianos que viven en condiciones de pobreza multidimensional, distribuidos en todo el territorio nacional, en donde no solo los estudiantes, sino las familias enteras, deben lidiar con las nuevas metodologías de enseñanza y aprendizaje de emergencia.
Es por eso que, lidiar con este engendro en el que se ha convertido la educación en varias regiones de Colombia, ha sido un verdadero reto no solo para estudiantes y sus padres, sino también para los mismos docentes.
Vayamos un poco más al fondo. Aunque para el año 2020 se asignaron cerca de cuarenta y cinco billones de pesos para el sector educativo, aun siendo la cifra más alta en materia de gasto educativo que se ha tenido el país, no se percibe la mejoría en la inversión, la infraestructura, la capacitación y, sobre todo, el fortalecimiento a las capacidades científicas, tecnológicas y de innovación que tanto se requieren en estos momentos.
Siendo así, no se puede pretender sacar adelante un sistema educativo corrompido y carente de visión, un sistema educativo que excluye, que confunde cantidad por calidad.
En Colombia, el 50 % de la población no tiene Internet y 9 millones de colombianos aún no tienen acceso a un medio de comunicación, por lo menos, según datos recientes del Dane. Entonces, si tenemos hogares sin conexión a Internet, sin computadores o teléfonos inteligentes, requisitos fundamentales para abordar el nuevo enfoque educativo. ¿Cuál podría ser el impacto de la implementación de la “Educación Virtual” teniendo en cuenta este panorama?
Existen casos extremos. Padres de familia tratando de adaptarse al medio para no extinguirse y asegurar su estirpe, cumpliendo el principio de la Selección Natural Darwiniana. Mientras tratan de encontrar alimento para sus hijos, luchan por aprender sobre la marcha y poder guiar a sus jóvenes estudiantes; extensas guías de aprendizaje sin sentido: múltiplos y divisores para aumentar riquezas y dividir familias, enteros y fraccionarios para calcular ganancias, fracturando al mundo. Seguimos empeñados en destruir la naturaleza.
El padre de familia que cultiva el campo, que solo conoce y lee el vocabulario de las verduras y productos del campo, que solo calcula cantidades relacionadas con los precios de esos productos, ahora tiene que pedir teléfonos prestados a vecinos y familiares para poder acceder a una guía de aprendizaje para sus hijos. A ese padre de familia, le toca ahora asistir con su pequeño a sesiones de clases en línea a través de sistemas para reuniones virtuales como Classroom o Zoom, conocer de aprendizaje multimedia o cualquier LMS y de recursos interactivos o alguna otra herramienta de E-Learning. “Vamos hacia la digitalización de la educación”, decía la ministra de educación. Yo digo que son patrañas.
Es en estos momentos de “efervescencia y calor”, como se promulgó en los tiempos de nuestra independencia, es donde debe surgir un cambio de paradigma educativo; la trasformación de un currículo obsoleto y rezagado. Enfoques de enseñanza que prioricen en la educación socio afectiva y emocional, que nos haga más humanos, que nos una en nuestras diferencias y que nos permita reconocernos como personas. Una educación que nos haga más competentes en ciudadanía y cultura, que en cálculos y ecuaciones. Una enseñanza para el respeto, la protección y el manejo sostenible de los recursos naturales y todo el medio ambiente.
Nos urge comprender que no somos más que una pequeña mancha en el espacio, que somos seres inferiores, creídos y revestidos de grandeza. Nos urge descubrir, como expresó Monod, nuestra “soledad total” en un universo o naturaleza monstruosa que puede abrir la tierra en mil pedazos, romper los cielos, desbordar las aguas o liberar plagas que, en cualquier momento pueden destruirnos. Ahora…o después.

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