ALUCINACIONES
- laantorcha2000
- 11 feb 2021
- 7 Min. de lectura
Pocas veces habló con Dios, ahora, creo es menester contestar algunos interrogantes divinos. Tratar de despejar sus múltiples dudas. Pagar mis deudas acumuladas y organizar mi vida.
De algún modo nuestra existencia siempre está marcada por una búsqueda intensa de lo eterno. El retrato de una madre que se ha ido como si nada. Su cara exhibida en la pared de mis memorias. Con ese pelo desordenado que la adornaba. Una boca llena de palabras. Y las sombras empecinadas en recordarme un cielo brumoso en la madrugada eterna de aquel viejo barrio de la casa de papá. Todas esas preguntas que empiezan a surgir conforme voy bebiendo. Hay una luna enamorada suspirando en la ventana de barrotes. Los efectos del licor encegueciéndome. Se escucha una risa silbando en la lejanía. Canción de la nada. Papeles sin letras. Amores perdidos entre tantos afanes. Vestirme de nostalgia y disimular mi cobardía. Quererla para siempre hasta que mi nombre se borre de su alma destruida.
Allá en el fondo sigue la melancolía. Yo ya no sé cómo empecé a hablar con alguien que parece una sombra, o tiene forma de nube, que así es como se les aparece Dios a los humanos. Alguien mira el reloj. Se oye la voz del altísimo que quiere hablarme de ella. Me han contado que siempre le gustó hablar de las mujeres, tal vez porque son su mejor creación. O es la única manera posible de verificar que no todo fue en vano el día que decidió hacer este planeta.
Entonces ese Dios, intrigado, me hace la pregunta más elemental.
¿Cómo te llamas?
Creo que debes saberlo. Pero no hablemos de mí. Quiero decirte, sobre ella, el daño que le causé. Huyéndole a su luz encendida. Acabando los días en que me gustaba estar tranquilo con esa otra aparición nostálgica. Esa que se llamaba de la peor manera: Esposa fiel y sumisa. La que me disté y que en otras tantas noches amé profundamente. Esa que hace poco volví a ver y que no está en tus planes para mí.
¿La volviste a ver?
Si, así es. Ella bailaba sola bajo el antiguo farol. Tenía tantas lágrimas y dudas acumuladas, pero nuevamente alguien la acompañaba. Allí estaba esa mujer con un traje amarillo y sus piernas imantando mis ganas. Yo, con el deleite de siempre, me senté en la silla más central del sueño para que me viera. Sabes que siempre he sido tan evidente, tan descubrible, tan visible. Ella fácilmente me desnudó las intenciones. El brillo en sus pupilas me hizo ver la calle oscura del camino que recorría en el pasado para entrar a escondidas a su casa.
¿Cómo se llamaba?
Ella podría llamarse de mil formas. Una risa. Un beso salpicado en la distancia. La línea perdida del último suspiro en mis manos. El óleo difuminado de este insomnio que la espera desvelado. La guitarra reconstruida por retazos. Podría llamarla de cualquier modo y, sin embargo, seria siempre la misma de las más hermosas piernas del mundo. Ahora que me hablas de ella sé que es tal vez mi mayor dilema. Recordar su nombre es como si me estuviese hundiendo en la historia de mi mamá. Es verla huyendo de nuestra morada una tarde de hace veinte años. Irse sin despedirse de sus hijos. Cerrar la puerta donde alguna vez hubo una tienda de abarrotes, y donde ahora, sólo quedan armarios viejos. Dios, créeme que a ella podría llamarla de cualquier modo, decir, por ejemplo, su nombre repetidas veces mientras admiro mis zapatos ya viejos en el rincón. Nombrarla como quisiera. Mucho más que letras formando nombres, más que esta oscura evocación de aquel día, en que, mirándome en sus ojos, lloré sobre su vientre. A dónde colocaré su nombre. Sus cabellos sueltos. El bandoneón que suena en el tocadiscos. Las miradas entre las dos extremidades de mi vida. A dónde pondré mis razones de no ir a parar a su lado un día de estos. El viento de su alma que me conduce hasta su tenue orilla de bendiciones superfluas. Cómo no bordar en mi tristeza un motivo más, un segundo más para tener que olvidar los otros nombres, las otras partes que le hacen faltan a esta terrible muerte de que se vaya cada vez que estoy tan cerca de su evasivo amor.
¿Su nombre?
Julieta. Un universo de palabras que se puede acumular de aquí hasta el próximo invierno. Mentiría si dijera que ese es su nombre. Así que no tengo respuesta mi señor. Sólo sé que era la Julieta escapada de los libros y las formas.
¿Cómo la recuerdas?
La recuerdo en una vieja cama con el cabello suelto. Caminando hasta el hotel viendo su espalda en los espejos de las tiendas. El ascensor. Ese sabor tan dulce de sus besos. Revisar mí silencio y comprender que soy de papel. Después de la batalla de dos cuerpos y el amor. Su pelo regado, sus uñas pintadas. Despertarse desnudo y morir besando unos labios azucarados. Después, toda su forma posando entre las sabanas de aquel viejo lugar. Y no sé si el cielo bajaba, o es que seguía soñando mientras dormía. Mientras promovía las caricias. Mientras estaba allí mirándola dormir, perturbando el paisaje gris de sus piernas, entendiendo por qué las ganas de llorar. Por qué el terrible miedo de regresar y continuar con la vida. Sabía que sería muy duro esperar las reencarnaciones que me hacían falta. Ese era, y como no me di cuenta esa vez, el momento de gloria que me tocaba. El papel que dice lo mío en frases desgastadas de niño decadente. Ese fue, el ocaso reprimido que inspiraron mis poemas de ayer. Ella no volaba todavía. Temblaba al saberse tentada por el lenguaje de mis manos. Regaba de azabache el colchón. Yo seguí siendo el centinela de su sueño hasta que me asaltó por sorpresa una tierna realidad.
La vi tan indefensa que no me importaba si luego lo malo fuera a sucederme.
Intenté superar la conmoción inicial. De veras estaba allí sin los retrocesos de sus drogas y sin la luz sentimental de ese burdel de donde la traje. Me habían dejado verla. Sin los ultrajes de la vida que le compró el sexo y le cambió, la mezquindad y los crímenes, por cocaína colombiana. Que le hizo hablar sola con el espejo sobre el reflejo de Dios mártir y crucificado. Tetas, blusas y un completo revoltijo de su camisa de dormir era mi severa conclusión para aquella tesis filosófica. Cómo lo iba olvidar. Mirarla en el tejado, su prototipo, el mío, el del mundo, el de nosotros con ese absurdo pluralismo que me inventé para los dos.
Es así como la recuerdo. Tal vez no sea el momento. Creo que si hubiese sido años atrás sería distinto. Una prosa. Una rima. Los miles de proyectos que habría podido hacer en su nombre y que me persiguen todavía.
Las balas resonando en mi cabeza. Siempre. A cada minuto. Penetrando por recovecos vitales y rompiendo las venas azules del mar.
¿La estás describiendo?
Era de este modo o de aquel. No sé si existió o es un recuerdo casual, desigual. No sé si era de carne y huesos. De materia indeleble y explosiva. En verdad no sabría decir si estaba compuesta de dinamita liquida o de azufre diabólico. En verdad no lo sé. Sólo sé que tenía un bolso rojo en donde guardaba sus máscaras. Sus labiales, sus otros novios, sus pecados. Lo que me gustaba. Lo que le canté con rabia o con amor. Lo que le escondí para que me quisiera, sus pedazos, sus desperdicios. El añejo olor a madera y lumbre de su hogar: La oscura verdad de que Julieta, porque así ha de llamarse, no es más que una oportunidad para estar un poquito más cerca de lo que realmente un día quise que fuera mi alma.
¿La amas?
Los tiempos verbales son un extraño ejemplo de lo mucho que nos gusta perder la cabeza: la amé, la amo, la amaré. O sólo guardaré silencio que es lo más conveniente.
¿Por qué no te quedaste con ella?
El silencio se congela entre las estrellas fugaces de la noche tormentosa, el silencio lamenta con gritos de vacío las voces deformes del amanecer, el silencio es ella cuando me mira.
Me pregunto por qué será este día sin sonidos, sin flechas dolorosas en el agua envenenada. Por qué no a sus caricias felices. Por qué no a su susurro oscuro y tenue en mis oídos. Por qué este floreciente silencio entre mis heridas. Por qué no está cantando la canción malvada de dormir del ayer, ¿por qué?, por qué me estoy preguntando. Para qué sólo esa voz de Dios que pregunta pendejadas, ¿por qué?
Porque no tienes más opción que rendirte ante este ruido.
Cuál ruido, dices este bullicio de la decadencia del genio antes escondido. O el de tu voz con esa silente respuesta. Eres el Dios que todo lo ve. Dime dónde está ella, dónde está de manera que pueda volver a respirar. Te pido que no te calles. Quisiera tener la esperanza de tropezarla un día de estos, cuando decida regresar. Haz que venga despacio y me sorprenda. Tráela entre alas encendidas. Deja que por unos instantes pueda oírla cantar.
Ayúdame si sé que lo sabes muy bien Dios. Ya lavé mi pasado. Tumbé a martillazo aquella habitación desordenada. Congelé a mis hermanos y asesiné a mis padres. Me sumergí en el agua fresca de mis mentiras. Abusé de mi corazón y le inyecté hielo a mis venas. Si sabes todo eso sálvame. Regrésala a mis pasos. Transfórmala para mí y hazla mujer así no sea la mejor. Convierte sus resentimientos en palabras amables. Déjame hablarle. Susurrarle el amor que aún le tengo. Recostarme en su hombro y simplemente acariciarle las mejillas. Déjame tocarla.
Resucítala, señor. Quiero volver a verla, pues se me está olvidando su cara.
No puedo. Pero dime, escribe lo que no le dijiste y yo, que soy tu único Dios, se lo diré por ti.
Sólo preguntas y preguntas, nunca te has puesto a mirar mi vida, tú que todo lo puedes. Sabes bien qué le diría que el destino, que se parece a ti, ha cambiado todo. Que dejé olvidado ya ese infinito silencio que siempre profesé. Le diría que no volveré a alejarme de ella. Que no moriré desangrado por luciérnagas errantes o acurrucado con mujeres casadas. Que no andaré por esos caminos que me alejan se su aliento de paz.
Tal vez le pediría perdón por haberla matado.
Entonces le contaría, entre risas, que en esta cárcel donde estoy encerrado sigue repitiéndose todas las noches su homicidio. Entró a ese cuarto. Empujo la puerta y la veo, desnuda y dormida. Pero el hombre a su lado no soy yo.
Quizás no le dispararía.
Puedes contarle que si pudiera volver a ese instante sólo daría la espalda y me alejaría del lugar.
Bogotá, Noviembre de 2008.
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